La importancia del taller literario
Los hombres de letras, los profesores de literatura o los escritores que dirigen un taller literario suelen decir a los alumnos: “Nadie enseña a escribir.” Escribir, entonces, muestra ser un oficio que se aprende solo, que se aprende imitando a otros escritores, que se perfecciona ejerciéndolo (¿) y en el que hay que leer como si se estuviera enfermo y en cama. ¿Qué clase de profesión es esa en la que no hay un plan de estudios, no debe aprobarse examen alguno y en la que ninguna universidad autoriza su ejercicio mediante un examen profesional y la firma de un certificado por parte de ningún rector? Y, sin embargo, los escritores han existido desde que existe un medio para expresarse por la palabra escrita. Al menos en occidente. En otras regiones hasta antes de la existencia de un alfabeto.
No vayamos tan lejos. Escribir es un impulso generalizado, escribir bien requiere del impulso y de la técnica, escribir de manera genial requiere de ser un genio. Mientras nos ubicamos dónde nos toca, intentemos aprender algunos “secretos” del bien escribir. Asistamos a un taller literario. Suele llamarse también, de “creación literaria” y ayuda a quien se inicia en el arte de escribir para compartir sus primeros intentos. El esquema tradicional es que el principiante se reúna con sus iguales y presenta su work in progress delante de ellos bajo la conducción de un escritor experimentado. Es de gran ayuda para los primeros titubeos pues no se sabe aún si mis textos están bien escritos o tienen alguna resonancia en quienes los escuchen, esto es, en los futuros lectores. Aunque no existen reglas estrictas acerca de la manera de trabajar en un taller literario y más bien éstas dependen del “estilo” del profesor, se me ocurre sugerir un decálogo para el principiante. ¿Por qué decálogo? Porque es una tradición, aunque hay autores (Monterroso) que sugerían doce mandamientos, por si alguno desagradaba o se podía cumplir había la posibilidad de intercambiarlo. Por lo pronto, quedémonos en nuestro Decálogo de diez. Helo aquí:
DECÁLOGO DEL BUEN TALLERISTA
(Sugerencias a los asistentes a un taller literario)
1. Elige bien al titular del taller. Puedes caer en manos de un burócrata cuyo último interés sea la literatura o enseñar a otros. Debe ser como Virgilio, porque te acompañará y guiará por todos los círculos del infierno y del purgatorio de la escritura. El paraíso no existe. No te equivoques. Procura que el grupo sea pequeño.
2. Escribe mucho, aunque sueña con publicar poco. Escribir mucho quiere decir que un solo texto podrás escribirlo decenas de veces.
3. Lleva siempre material a la clase, aunque no te toque el turno de leer. Tal vez no vuelvas a tener en tu vida otra oportunidad de “tallerear” tus textos ante compañeros con los mismos intereses que los tuyos y delante de un escritor de valía. No importa que debas esperar turno, acude con tu carpeta lista. Todo el tiempo hay la esperanza de que al que le tocaba no cumpla (podría haberlo atropellado un autobús, sufrir un ataque de apendicitis) y tú entres como emergente. Una sesión más a tu favor.
4. Economía es estilo (dijo una gran escritora). Lo que tengas que decir dilo directamente. Las florituras estilísticas las agotaron los narradores franceses del siglo XIX y tu tiempo de experimentar vendrá después. Quizá tu maestro te lo diga, si no, sábetelo: la descripción física de personajes, de inmuebles, de salas de estar y demás es un tema superado. Balzac ya lo hizo por todos. Si describes, hazlo durante la acción narrativa o mediante el desplazamiento físico de un personaje: “[…] durante la carrera, su larga levita ondulaba como una bandera […]” o algo así. Preocúpate por crear atmósfera, no por fotografiar.
5. Escucha música de manera constante; encuentra el ritmo interno de tu prosa, tu voz interior. Después, lee en voz alta para ti tu propio texto y encuéntrale sus cacofonías. Si tienes mal oído musical, lo tendrás también para la literatura. Si no puedes escuchar música mientras escribes, como yo, está bien, pero date tu tiempo para escucharla.
6. Evita en lo posible el uso de verbos compuestos (verbos contiguos para describir una acción). En vez de “había ido”: fue; de “estaba diciendo”: decía, etc. A menos que tengas el genio de Juan Rulfo, en cuyo caso ni siquiera te tomes la molestia de leer esto.
7. Huye de los adverbios y de los gerundios como del SIDA y úsalos sólo en caso necesario. Estrictamente necesario.
8. Si lo anterior te parece muy difícil, toma al mismo tiempo un curso de redacción. No hay otra manera de aprender a redactar. Pero, si aprendes a escribir y no tienes nada que decir, olvídate del oficio para siempre.
9. Inscríbete en un Taller Literario con la meta de publicar. No para hacerte famoso o rico. Lo que tengas que decir lo harás a través de la letra impresa, única culminación razonable del acto de escribir.
10. Pon mucha atención al momento en que debes salir del taller. Un taller no es para siempre y a partir de cierto momento puede convertirse en tu mayor obstáculo para escribir.
Por supuesto que, como en el caso de los Diez Mandamientos, el manual de Carreño o El origen de las maneras de mesa de Levy-Strauss, si no necesitas los consejos porque estás más allá de ellos, tíralos a la basura. Un escritor como tú no necesita nada más que escribir.