La página en blanco
Con frecuencia, el aspirante a escritor se siente paralizado porque no se le ocurre de qué escribir; existe incluso una experiencia que aun los escritores maduros con amplia experiencia llegan a sufrir: el “síndrome de la página en blanco”. En mi opinión hay algo de falso en esto, en la falta de temas sobre los que escribir. Quien desea escribir ficción está sobrado de temas y lo que requiere es orden, tiempo; los asuntos nunca se terminan o para decirlo citando a Proust: “En cuanto al libro interior de signos desconocidos (al parecer de signos en relieve, que mi atención, explorando mi inconsciente, iba a buscar, chocaba con ellos, los contorneaba, como un buzo), para cuya lectura consistía en un acto de creación en el que nadie puede sustituirnos ni siquiera colaborar con nosotros. Por eso, ¡cuántos renuncian a escribirlo! ¡Cuántas tareas se asumen por renunciar a ello!” (M. Proust: El tiempo recobrado, p 227 de Alianza Editorial). El “libro interior”, como lo llama Proust es lo más entrañable para el escritor, lo que le emociona, lo que le duele, lo que representa su pasión; de ninguna manera es su autobiografía, sino lo que constituye su motivo para escribir ficción, que no es otra cosa que su necesidad de crear arte. Así, el que se siente verdadero escritor, nos dice Proust más adelante, no es más que un buen traductor de ese libro interior, porque el libro ya está escrito, es cuestión de traducirlo de forma correcta. De esa manera, quien se ha abocado al arte de escribir no está preocupado por la página en blanco o la falta de temas porque los temas están allí, la página supuestamente en blanco está rebosante de contenido; la preocupación es cómo llenarla, como contar las historias; ésto, saber cómo hacerlo, puede tomar toda la vida; la técnica también cuenta; la historia, la anécdota de sus novelas o sus relatos no son más que el andamiaje dónde vaciará el material de su obra que adquirirá, esperanzadamente, la consistencia pétrea de la eternidad.
Por ese motivo, quien quiere hacer arte a través de la escritura no está pensando en los temas de moda, aunque, tal vez en su libro interior, habrá páginas enteras que se ocupen de los asuntos de su tiempo porque está en situación y está comprometido, en el sentido sartreano de ambos conceptos.
No es la página en blanco lo que debería preocupar al escritor joven (ni al maduro), sino la forma en que ha de contar la historia que ya existe en su libro interior.