Memoria en ruinas
En mi novela Memoria en ruinas intento dar respuesta a la pregunta ¿cuánto de autobiográfico hay en una novela?, que hice en el texto anterior. Mi respuesta, al menos, contiene anécdotas aisladas y un hecho subjetivo que tienen que ver claramente con una experiencia personal: la toma de conciencia de lo que significa escribir ficción, es decir, el descubrimiento, no de la vocación de escritor, sino del proceso mismo de la escritura con intenciones artísticas, porque escribir lo hacemos muchos en nuestras profesiones y oficios; pero al escribir ficción, al inventar historias que no es indispensable contar nos enfrentamos a un mundo prescindible y sin embargo requerido por algunos seres humanos. Para sobrevivir son necesarios el cazador, el preparador de la comida, el curandero, el constructor de la casa. El artista sobra. Sartre va más allá: en el mundo, el hombre sobra. La discusión, entonces, terminaría. Para no terminar la discusión quedémonos con que el artista sobra; en condiciones normales el artista no caza, no cocina, no construye la casa y sin embargo, es indispensable en una sociedad por elemental que sea; allí está el arte rupestre, un arte prehistórico.
Descubrir esa parte de la realidad puede explicar, sencillamente, el sentido de una vida y de eso trata Memoria en ruinas, la novela que comento. Esa es la parte autobiográfica, porque en mi vida personal ha sido un hallazgo tardío, una segunda vocación, no importa que tal vez fue la primera y no me di cuenta, no escuché el llamado.
La vida ha sido muy generosa conmigo al concederme una larga vida que me ha permitido desarrollar una primera vocación, la medicina, y una segunda, la literatura; por eso soy un escritor tardío.
El gran escritor sudafricano J. M. Coetzee, Premio Nobel de literatura 2003 inventa una palabra para referirse a la manera encubierta de escribir su autobiografía; la palabra es autrebiography es un neologismo que se refiere a algo así como una “autobiografía de otro”. Los expertos le han llamado a esa forma de narrar biografía novelada, que puede ser auto o no.
Mi novela Memoria en ruinas parte, como no podía ser de otra manera, de una experiencia personal: un problema de salud que me llevó a estar hospitalizado unas semanas y que afortunadamente terminó resolviéndose a satisfacción. Después de una vida casi supermánica en la que el cuerpo resistía cualquier prueba a la que fuera sometido, ahora, ese cuerpo, reclamaba atención. Como un auto al que le comienza a sonar todo menos el radio. No le había hecho los servicios correspondientes. Debí hacer un alto en uno de los dos lugares en los que no hay más remedio que reflexionar: un hospital. El otro es un hotel. Albert Camus decía que el mejor lugar para escribir era un hotel. Hay escritores que se aíslan en un hotel para escribir. El otro lugar mencionado, de condiciones no tan ventajosas, es el hospital en calidad de enfermo; el sitio obliga, a querer o no, a pensar y a escribir. Como sea, no es un método que recomiendo. A pesar de todo, resulta un sitio ideal para escribir una novela.
La novela es el género más noble de la literatura. Se presta para todo. Tolera lo indecible, aunque de todos modos, hay que decirlo. Es la ocasión para manifestar lo que hemos querido expresar desde hace tiempo, pero no sabíamos cómo. Sin embargo, tiene su método, su preceptiva
Quieres hablar de ti. La psicología convencional dice que es un narcisismo brutal el que te acomete. No. No es por eso, ni es por un narcisismo patológico, (DSM dixit), sino porque dentro de toda la información que tienes, todas las consultas que has hecho, todas las biografías que has leído, sólo hay una que realmente te consta: la tuya. De eso hay que escribir, con el truco de la imaginación y la mentira: esto tal vez fue, pero tal vez no.
La novela clásica ha narrado en tercera persona. Hay un narrador omnisciente que todo lo ve y todo lo sabe y no tiene que explicar cómo lo supo, sólo tiene que contarlo. A lo que cuenta, los expertos le llaman situación narrativa figural. Sabe todo acerca de los personajes y sus situaciones, aunque no sepamos cómo le consta. Es “porque lo digo yo”. Las madres han sido las mayores narradoras de la historia. “Porque soy tu madre”. El narrador en primera persona parece ser del todo diferente: el narrador en primera persona, al igual que los demás personajes de su historia es, él mismo, un personaje. Así lo dice un experto. En este caso, hay un desdoblamiento: el yo narrado, que es puro verbo, es decir, es acción o no es nada porque a él tienen que sucederle los acontecimientos de la historia que estamos leyendo, si no, no hay historia, mientras que el yo narrador es sujeto, verbo y complemento, es un yo gramatical que debe obedecer las reglas elementales de la narratología.
Ya hubo intentos por secar la acción del personaje: la llamada antinovela o nouveau roman, de Alain Robbe-Grillet, Natalie Sarraute, Michel Butor; el resultado fue las novelas más aburridas en la historia de la literatura. Con una sola excepción, quizá: Claude Simon, pero ese es otro cuento.
Para nuestro mayor descontrol, Coetzee, ya lo dijimos, cuenta su vida en tercera persona; otros autores hacen como que cuentan su vida en primera persona, pero en realidad cuentan la vida de otro. Es una confusión deliberada que genera un escritor: yo, escritor, hago de cuenta que estoy contando mi vida y tú, lector, haces como me crees. Si uno y otro hacen bien su trabajo, se da el fenómeno del “lector en fábula”, como lo llama Umberto Eco. Los dos, escritor y lector, están jugando bien su papel.
Para enredar más las cosas, existe la autobiografía real. Es en sí mismo un género, pero el autor o su editor nos aclaran que no es novela, que no se trata de una obra de ficción. El autor lo apoya dejando que se difunda esa opinión. Así, hay grandes escritores que nos sorprenden escribiendo su autobiografía que no puede dejar de leerse como si se tratara de una novela; es el caso de Elías Canetti. Sus tres tomos autobiográficos, La lengua absuelta, El juego de ojos y La conciencia de las palabras parecen novelas. Hay un cuarto volumen publicado después de su muerte: Fiesta bajo las bombas, de 2003. Conforman un repaso a veces novelesco de la vida del autor y de la época que le tocó vivir: los años de entreguerras, el proceso de su creación literaria, el gran amor por su mujer a quien dedica todos sus libros, entre otros temas. ¿Qué no toda la obra de Canetti se lee como si fuera novela, aunque sus biógrafos insistan en que sólo escribió un libro de ese género, Auto de fe? ¿No su excelente ensayo El otro proceso de Kafka parece una obra narrativa imaginada?
Los géneros se pueden fundir, sus fronteras borrar y el disfrute de la lectura se mantiene. Esa es la intención cuando se escribe una novela pseudoautobiográfica o autrebiograpy.
P.D. Los espero mañana en la charla: https://www.rodrigogarnica.com/blog/charla-memoria-en-ruinas-la-autrebiography-en-coetzee-miller-y-bukowski