¿A quién le vas?

En México, como en el resto de América Latina, quizá como en todo el mundo, se vive una situación insoportable; el tema político ha cobrado una importancia fundamental y constituye el tema obligado en todos los ámbitos imaginados, desde las conversaciones de salón hasta los medios de difusión mal llamados de comunicación. Y para la mayoría de ciudadanos, que finalmente somos eso, MAYORÍA, se pretende que tomemos una posición de tipo deportista: ¿Le vas a AMLO y a la 4T o estás en contra de AMLO y en contra de la 4T? Así de simple. Los que no somos políticos profesionales somos tan limitados que a eso se reduce nuestra opinión política. Veamos si esto es así de simple.

La política −y por tanto quienes la ejercen de manera profesional− debería ser un instrumento para la mejor convivencia en sociedad. Y los que no la ejercemos deberíamos confiar en los políticos para que vigilen que la res-pública funcione lo mejor posible y nos ayude a sobrellevar la carga de nuestra existencia en esa sociedad. Entre otras cosas, para eso les pagamos, como pagamos al médico para que nos mantenga sanos y al ingeniero para que nos construya la casa que hemos de habitar. Sin embargo, la realidad actual es muy diferente; los ciudadanos de a pie somos espectadores peores que el publico de un juego de futbol, ni siquiera podemos gritar a nuestras anchas. Se nos dan las cosas resueltas, ¿resueltas por quién? Por los políticos profesionales, por supuesto. ¿Estamos de acuerdo con lo que decidieron? Aunque no lo estemos, la decisión está tomada. ¡Ah, pero ya vienen las votaciones! Sí, dentro de varios años, no te preocupes. Mientras tanto, sufre a diario las angustias de la vida cotidiana. ¿Y el arte? ¿Y la ciencia? ¿Y el ocio? ¿Y las vacaciones? Que disfruten quienes tienen y que se jodan los que no tienen, así de simple. Por eso, a despecho de que todos tenemos una posición política, una simpatía y el ensueño de una sociedad humana ideal, sería muy saludable que en vez de creer que con eso resolvemos el problema de nuestra visión del mundo, en vez de atacar a una persona o defenderla, en vez de desgañitarnos en nuestras reuniones sociales en defensa o en denostación de una sola persona visible, respondiéramos un cuestionario que es fundamental para ubicarnos en la sociedad en la que vivimos. Tendríamos que responder unas preguntas que se plantean como sencillas pero que no lo son tanto:

1. ¿Qué pienso del movimiento feminista? O dicho de otra manera, si soy hombre, ¿qué pienso de las mujeres y su lucha actual por alcanzar a plenitud los derechos que exigen, incluyendo sus manifestaciones del 8 de marzo?

2. ¿Debe mantenerse la costumbre, especialmente en los países anglosajones, de que las mujeres cambien su apellido por el de su esposo y que los hijos lleven como primer apellido el del padre?

3. ¿Qué pienso sobre la homosexualidad?

 4. ¿Qué pienso del matrimonio entre personas del mismo sexo?

5. ¿Qué pienso acerca de la adopción homoparental?

6. ¿Qué pienso acerca del control de la natalidad y por tanto de disfrutar del sexo sin la consecuente reproducción?

7. ¿Qué pienso acerca de la familia? ¿Cualquier agrupación que vive bajo un mismo techo conforma una familia o sólo la forman si son consanguíneos o casados con consanguíneos?

8. ¿Qué tiene más importancia para mí: la familia consanguínea o la familia elegida?

9. ¿De qué tamaño debe ser el Estado, lo más pequeño posible y dejar que la sociedad se rija por los más listos, o debe ser fuerte y hacer que las leyes se obedezcan sin atenuantes?

10. ¿Debe haber programas sociales que den dinero a los necesitados o todos deben trabajar a la edad que sea, en la condición física o mental que tengan?

11. ¿Son válidas las frases que han acompañado a nuestra vida en sociedad desde hace muchos años?: “Está bien que robe, pero que no exagere” (refiriéndose a un político). “No quiero que me den, sólo que me pongan donde hay”. “Serían pendejos si no lo hicieran”, afirmación de un padre ante la acusación de corrupción a sus hijos en una situación política importante. “Es mejor tener conocidos que conocimientos”. “Un político pobre es un pobre político”. O sería preferible cambiar el discurso social.

12. ¿Es conveniente que un expresidente reciba una pensión de 200 mil, 300 mil pesos o más, mucho esfuerzo hizo para llegar a dónde llegó, y se retire la Pensión de Adultos Mayores de 2,400 pesos mensuales y que trabajen?

13. ¿Es normal que una persona ingrese a un puesto político teniendo una situación económica de clase media y termine su ejercicio siendo millonario, especialmente si fue presidente de la República?

14. ¿Es adecuado que exista una “partida secreta” del presidente de la República de unos 100 millones de pesos para lo que se le ofrezca, sin rendir cuentas en que gasta ese dinero?

15. ¿Es justo que haya servidores públicos que tienen sueldos estratosféricos (de varios cientos de miles de pesos) y otros, como los maestros universitarios, ganen 1,660 pesos al mes por dar clase?

16. ¿Qué opina usted: que los empresarios hacen un bien a mucha gente por darle empleo o que muchos trabajadores hacen rico al empresario y gracias a miles de ellos el empresario posee un yate?

17. ¿De verdad cree que debe combatirse la corrupción o somos un pueblo corrupto por naturaleza y no tiene sentido ese combate?

Con seguridad pueden hacerse muchas más preguntas, en este momento son las que se me ocurren. Considero que al responder preguntas como éstas nos definimos con más claridad en qué posición nos encontramos acerca de nuestra vida social y por tanto política, en lugar de tener grandes discusiones acerca de la economía, la salud, las construcciones de trenes que se llevan a cabo, porque de eso y muchos otros temas públicos, lo ignoramos todo. Se salvaría, únicamente, aquel asunto en el que somos profesionales.  

Pero, la única gracia de este cuestionario es que se responda en silencio y sólo para sí mismo, porque ante los demás nuestras respuestas son estereotipadas, políticamente correctas y convencionales.

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