Brevísima promesa de un bosque. Alicia Pérez Helguera.
Texto leído durante la presentación del libro en la sala Elena Garro del Fondo de Cultura Económica.
Ciudad de México, 16 de febrero de 2024.
Brevísima promesa de un bosque. Santiago de Compostela. De Alicia Pérez Helguera.
Publicado por Abismos Casa Editorial, enero 2024.
¿Es una novela? ¿Es una crónica? ¿Es un ensayo? ¿Qué género es? En cuanto comienza el libro la autora Alicia Pérez Helguera nos tiende una trampa: el contenido será narrado por un personaje: Clara Sants o más precisamente María Clara Sants. Esta Clara Sants es 50 % caucásica ibérica, 4 % vasca, 4 % andaluza, 30 % mediterránea, 10 % judía de Europa del este y 2 % indoamericana; y ¿qué creen? La suma da 100 %.
En adelante, hasta casi la mitad del libro (pág. 75) la narradora nos anunciará que está a punto de hacer un viaje a Santiago de Compostela, pero no por el lado más conocido: Francia o si se quiere, desde lugares más hacia el este hasta cruzar España y llegar a Galicia. No. Lo hará, junto con otras personas, a través de Portugal, comenzando por la ciudad de Porto y atravesando otras poblaciones de ese país hasta cruzar la frontera española brincando el río Miño hasta recorrer la provincia de Pontevedra.
Durante esas primeras 75 páginas la narradora nos soltará, como quien no quiere la cosa, una gran cantidad de información cultural que nos hace recordar cuántos pasajes de la Historia, cuántas biografías, cuántas obras musicales, cuántas fechas creemos saber pero que nos falta revisar para tener preciso el conocimiento. Así, entre ideogramas japoneses y palabrotas en alemán nos hablará de su educación básica en el colegio alemán
de la Ciudad de México, los idiomas que ha conocido y aprendido, la música que le gusta escuchar, por ejemplo, la de Beethoven, pero sobre todo la música de Juan Sebastián Bach y con ese motivo, ¿por qué no?, pasa a contarnos algunos pasajes de la vida de Bach, pasajes que marcaron al genio para dos cosas fundamentales: tener cuantos hijos le mandó Dios y ser reconocido como El Padre de la Música. Pero hay más: en la página 131 contará una anécdota sobre Beethoven que nos deja lelos; claro que todos hemos oído hablar de Beethoven y su mal carácter, y si somos aficionados a la música hemos escuchado, arrobados, sus nueve sinfonías, sus conciertos, sus sonatas y sus cuartetos de cuerdas. Pero ¿habíamos leído alguna vez que el gran músico tundiera a bastonazos a un príncipe, el de Esterhasy, diciéndole, enfurecido: “Habrá mil príncipes, pero sólo un Beethoven”. ¡Cierto! Para quienes amamos la música del genio de Bonn aplaudimos a rabiar ese arranque, aunque estemos solos en nuestro estudio: ¡Sólo ha existido un Beethoven!
Pero esta mujer culta, Clara Sants, no para allí, apenas empieza. Convoca a Nietzsche y su famosa frase: “El hombre es uno de los fiascos de Dios o Dios es uno de los fiascos del hombre”. Y Dios y Santiago, que fue Jaime y acabó siendo Jacobo antes de ser Santiago, se nos presentará como un héroe de la cristiandad al que cortaron la cabeza para arrojarla al mar, en una época en que ser cristiano se pagaba con la vida. Así nacieron los mártires.
Santos, pintores, escultores, músicos, filósofos, todos caben en este ómnibus del pensamiento occidental y hasta un poquito del oriental. Por allí aparecen Buda y Siddharta, que son lo mismo y no. Y la narradora maneja su enorme cultura como si nada, sin la menor pedantería. ¿De veras sin pedantería? Sí, de veras. Con la mitad de sus conocimientos mencionados en este libro yo no podría pasar por la puerta de este recinto de tan ancho que me sentiría. En cambio, Clara Sants pone a trabajar a los genios con facilidad
pasmosa, como si estuvieran en el jardín de su casa, sentados a una mesa de metal cubiertos por una gran sombrilla y ella dijera de pronto: ¿Ya te conté? Que Miguel Ángel ⸺¿quién, el vecino de al lado? No, Bounarroti⸺ el que esculpió La Piedad, bueno, las dos Piedades, el que creo el portentoso David no circuncidado, el que sufrió de tortícolis por pintar el techo de la Capilla Sixtina... ¿Ese?, sí, ¡Ese!, y cuenta la vida del genio; enseguida, da un sorbito a su té de tila o al vaso de viño blanco do miño y continúa charlando.
Pero el viaje aún no comienza, no hay que impacientarse. Hay que reunirse primero en la ciudad portuguesa de Porto. El puerto de Cale, nos instruye Clara, como lo nombraron los romanos, lo que dio origen al nombre de la nación: Porto de Cale, Portugal. A propósito, dice Clara, ¿ya les hablé de los celtas y su desplazamiento desde el centro de Europa a la zona más septentrional del continente hasta ocupar lo que ahora forman varios países. Los países que tocan la gaita, por cierto, eso lo digo yo, no Clara.
De pronto, la autora nos sorprende con una pregunta: ¿Qué es México para Clara? La respuesta es lo de menos: ¿El chicharrón en salsa verde, el himno nacional, Octavio Paz, Carlos Fuentes? Lo que realmente importa es que se ha metido en el relato un narrador omnisciente y se aleja la narradora en primera persona. ¿Quién es ese narrador en tercera persona? ¿Alguien que conoce a Clara? ¿Uno de los compañeros de viaje de ella? ¿Alicia Pérez Helguera? Pues no. Es el espíritu de libertad que todo texto posmoderno ha decidido ejercer.
Por fin comienza el viaje. ¿Nos hablará claro Clara acerca del viaje? ¡Claro! Pues no, todavía no. El viaje es muy interesante pero el libro que relata el viaje, más. Lo primero lo llevan a cabo los turigrinos, sí, los turistas que emparentan con los peregrinos de siempre. Pero, ¿por qué la prisa? ¿Santiago fue un santo? Hablemos de eso o de algo muy parecido, hablemos de los
pecadores. De esa manera, Clara nos vuelve a hipnotizar contándonos los pormenores de los orígenes de la sacrosanta mordida que, contra lo que podría pensarse, no se inventó en México. Antes del siglo XV d. C. se llamaba indulgencia, o en plural, indulgencias, porque se recurría a ellas continuamente. Por la noche pecabas y a la mañana siguiente ibas con el cura de tu comunidad y pagabas una cantidad de dinero, es decir, comprabas una indulgencia, y el pecado apenas cometido se borraba de tu “expediente”. Así, podías pasártela haciendo desmán y medio a lo largo de tu azarosa existencia que de todas maneras irías al cielo, siempre y cuando tuvieras suficiente dinero para comprar indulgencias.
Otro traguito de té de tila o de viño verde do miño y enseguida Clara nos hablara de Martín Lutero, era inevitable. Nos comentará que Lutero descubrió la patraña del cochupo religioso y lanzó sus 95 tesis para reformar la iglesia. Sí, creó la Reforma y fundó el Protestantismo. ¿Y los católicos que no se reformaron, cambiaron en algo sus prácticas? Claro que no; se peca durante la semana y se asiste a misa el domingo; se confiesa y se comulga para quedar limpio de nuevo porque a partir del lunes, como dice la canción, seguiremos pecando.
Ahora prepárense para la mayor sorpresa que nos ofrece el libro: Clara es atea. ¡Agnóstica!, corrige a su amiga Sonja, porque ésta dijo atea casi como un insulto (pág. 55)
Conclusión: el libro Brevísima promesa de un bosque. Santiago de Compostela De Alicia Pérez Helguera es un libro sabroso, en el sentido gastronómico de la palabra: se disfruta, se paladea y se pide más. Instruye, reta a revisar los temas tratados, nos permite compartir el viaje interior, espiritual, que todo buen viaje debe proporcionarnos.
Rodrigo Garnica.
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