Reseña: Historias de amor, enfermedad y muerte
“Existen motivos más entrañables que puedan sacudir tanto a quien escribe como los que dan título a este libro?: Amor, enfermedad y muerte. ¿Existe algo que toque más nuestra alma que los asuntos que aquí se anuncian? Cinco historias centradas en un tema común: la nula resignación ante la pérdida del ser amado y su evocación en presente. ¿Por eso se escribe? ¿Para no olvidar del todo?
“Asbel Hernández opta por hacer a un lado las rígidas reglas de los géneros literarios y nos propone un libro que bien pudo anunciarse como ensayo o de relatos, para recordarnos que escribir es un acto rebosante de libertad, que escribir pertenece a ‘un mundo querido, meditado, construido por una conciencia libre’, en palabras de Sartre”.
Eso escribí para la cuarta de forros de este libro. Ahora agrego lo siguiente. El primer relato llamado “Mientras la opacidad de los recuerdos se instala”, fue ganador del premio Por el derecho a una muerte digna: cuidados paliativos, decisiones sobre el final de la vida, muerte médicamente asistida (eutanasia, suicidio médicamente asistido) 2018, de la Fundación DMD MÉXICO (Fundación por el derecho a morir con dignidad A. C). El texto remite, necesariamente, a la vieja discusión acerca de la voluntad anticipada y el derecho al suicidio asistido. La llamada voluntad anticipada no ofrece dudas: un paciente en la condición médica de coma y la correspondiente muerte cerebral confirmada por el trazo isoeléctrico de su electroencefalograma tiene el derecho inalienable de ser desconectado de los aparatos que lo mantienen vivo. Su vida es irrecuperable. Pero previamente debió haber firmado ante notario el documento que autoriza a los médicos que lo atienden a que procedan de esa manera. Es un documento legal y consiste en una conducta humanitaria que ahorra sufrimiento inútil y falsas esperanzas a los seres queridos del enfermo.
Otra situación distinta es la del paciente sufre intensos dolores físicos que no ceden o lo hacen sólo por algunos momentos para reinstalarse pronto con la misma intensidad. Y es un enfermo terminal. ¿Es ético facilitar las condiciones que permitan a la persona la decisión de morir? ¿Es legal? Todavía más: ¿Se puede apoyar esa decisión cuando el mal estado físico se acompaña de un estado emocional de tal desaliento que la persona quiera morir o no le interese continuar viviendo? Es decir, que se le ayude a morir mediante el llamado suicidio asistido. El paciente dice que no puede más. ¿Se estará ante la posibilidad de un suicidio asistido o se tratará de un asesinato? En este último caso se tienen las agravantes clásicas: premeditación y ventaja; la alevosía podría ponerse en duda toda vez que la víctima está advertida de lo que le sucederá.
Kavorkian ―el doctor muerte― fue a la cárcel tras facilitar el suicidio de una mujer joven quien sufrió por muchos años de depresión resistente a tratamiento, incluyendo sesiones de terapia electroconvulsiva en varias ocasiones. La mujer, desesperada, pidió al doctor Kavorkian ayuda para suicidarse; el resto de la historia es conocida: el médico fue absuelto y dio inicio al tema de la ayuda médica a morir, generando una polémica en el mundo que aún no termina.
El texto de Asbel Hernández con el que comienza su libro, ¿es ficción? ¿Es una reflexión sobre el tema del derecho a una muerte digna y por tanto se trata de un ensayo? Se descubren en él elementos hermosos que lo colocan en el lugar de la literatura: tras relatarnos el drama de la enfermedad de la pareja de la narradora evoca los tiempos felices de cuando conoció al que ahora es su pareja y se encuentra bordeando la muerte. Nos colocamos en la ficción. Disfrutamos, olvidamos por un momento el horror del presente histórico del relato para sumirnos en la ensoñación del recuerdo. Entramos in fabula, diría Umberto Eco. Es una historia conmovedora construida bellamente, es literatura; pero también se abre a la discusión de los temas mencionados.
Continuamos: ¿Y si ese personaje-paciente hipotético ha mejorado porque, aunque deseaba la muerte y sufría depresión había estado bajo tratamiento con quimioterapia y su falta de interés por vivir ha pasado o al menos no es tan lacerante? ¿Y si hubiera recuperado su amor por la vida y justipreciara el mejor elemento con el que ha contado que es el amor de la narradora en primera persona que lo ha cuidado? ¿Nos dejaría indiferentes o peor aún, si estuviera en nuestras manos, colaboraríamos con los suicidios de Sylvia Plath, 31 años, de Alejandra Pizarnik, 35 años, de Virginia Woolf, 59 años? Es cierto, sufrían lo indecible por una enfermedad orgánica llamada depresión resistente a tratamiento. Sin embargo, la actitud médica consiste en preservar la vida.
El segundo relato de cinco que contiene el libro lleva el título de “Hablando con el polvo”. Se trata nuevamente de una historia narrada en primera persona femenina evocando su vida en pareja con un escritor llamado Eduardo Portales. La mujer lo recuerda a través de los libros que él leyó y los que escribió. El principio y el final hacen referencia a dos libros conocidos: “Pregúntale al polvo”, de John Fante y “La muerte de Virgilio”, de Hermann Broch. Autores disímbolos que se reúnen en la mente de un hombre de letras pero que en realidad son citados y recreados por la narradora durante le evocación amorosa de su pareja.
Se trata de un texto de amor. ¿De ella a él al recordarlo? Claro que sí. Pero refiere asimismo el acto de amor de él al decidir dejarla cuando se percata de que el final de su vida ―de él― está próximo. No desea convertirse en una carga para el ser amado.
Los dos relatos siguientes conservan el mismo tono y temática: la muerte del ser amado y el dolor y la soledad cósmica que sobreviene al que sobrevive. Los recuerdos de él/ella, su evocación marcada por los objetos domésticos, por los espacios, por las lecturas. Porque en una de esas historias llamada “Tiempo” el narrador en la insistente primera persona es ahora un hombre que llora la desaparición de su amada Julieta debido a una enfermedad mortal. Recuerda un libro que ella leyó, cita fragmentos del mismo y concluye con sus meditaciones acerca de ese tema que ha fascinado siempre a artistas y filósofos: el tiempo. Un acierto de la narradora, que es una mujer, hacer la narración desde la voz masculina.
Por último, llegamos al relato que bien pudo ser el primero, tanto por su extensión como por su intención: es el mas largo, pero el que más nos coloca, como lectores, en la disyuntiva de no tener claro si estamos leyendo una novela corta, un relato o un ensayo. O los tres géneros en uno. La narradora ―otra vez una mujer― nos cuenta la horrenda historia que vivió su escritora favorita, Marguerite Duras, durante la segunda guerra mundial cuando perteneció al movimiento de la Resistencia que, como el nombre lo da a entender, convocaba a muchos franceses a no rendirse ante la ocupación de su país por las tropas alemanas. Y el cuento se llama precisamente “Marguerite y yo”.
La autora relata lo que está escribiendo acerca de la escritora y su papel en ese capítulo de la historia europea y cómo, Marguerite participó en el acto de tortura a un espía alemán con la finalidad de obtener información acerca de su marido quien se encontraba prisionero en un campo de concentración. El relato es desgarrador; por ejemplo, citando el libro “El dolor”, de Duras, nos dice que la autora escribe: “No guardo ningún recuerdo de haberlo escrito”. Y más adelante: “Cómo he podido escribir esta cosa a la que aún no sé dar un nombre y que me asusta cuando lo releo”. Después sabemos de qué está hablando: “Thérѐse (un nombre inventado por Duras) soy yo. La que tortura al chivato soy yo”.
Mientras recuerda estar leyendo ese ensayo a su pareja, la narradora cuenta su propia tragedia. Él está muy enfermo y ha decidido ejercer su derecho a morir cuando lo decida. Ella lo recordará, efectivamente, porque ya pasó todo, él es ahora sólo un recuerdo y como era escritor están los libros por él escritos que ella abre para seleccionar algunos de sus pasajes.
Las dos historias reunidas en un solo relato nos conmueven en grado extremo. La escritora lo ha logrado: ha tocado las fibras más sensibles de nuestro corazón y no sentimos vergüenza por ello ―hombres y mujeres― ni tratamos de esconder el llanto que ha subido desde nuestro corazón hasta los ojos con una conmoción que muy pocos libros logran alguna vez.
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¡Los invito!
☞ Nos vemos en el Foro Cultural Karuzo para la presentación de los libros "Historias de amor, enfermedad y muerte" (Asbel Hernández) y "Revoluciones sin balas" (Rodrigo Garnica).
Sábado 26 de octubre.
18:00 hrs.
Presenta: Greta Valverde, Alejandro Carrillo, Laura Montero y Carolina Rojano.