Los jóvenes hoy. Opinión de una psicoanalista
En días recientes, para ser precisos, el sábado 26 de octubre, se presentaron los libros “Revoluciones sin balas”, de mi autoría, y el de reatos “Historias de amor, enfermedad y muerte”, de Asbel Hernández en el Foro Cultural Karuso de la ciudad de Puebla. De este último me ocupé en mi entrega anterior y en cuanto al mío consta de tres partes: La revolución juvenil, la revolución homosexual y la revolución femenina. El libro “Revoluciones sin balas” fue comentado por tres grandes amigos, Alejandro Carrillo, Carolina Rojano y Greta Valverde. La segunda se ocupó de la revolución juvenil y tuvo la gentileza de autorizarme dar a conocer el texto que escribió y ahora se los presento:
Carolina Rojano
7,098 muertes de adolescentes de entre 12 y
17 años (2,395 mujeres y 4,703 hombres)
fueron registradas en México durante 2022.
INEGI, 2023
En la introducción del libro “Revoluciones sin balas” Rodrigo Garnica nos advierte que el libro viene como un revolución a la letra de temas que para muchos es mejor el camino de la complicidad del silencio. No escribir sobre temas polémicos sería un acto de indiferencia ante una historia llena de momentos donde se ha gritado en acto un dolor que sigue impactando nuestro andar. Porque en las palabras de Garnica: “Y las balas siempre procedieron del represor, no del revolucionario”; si hay letras que desgarran, es porque hay actos que duelen. La palabra “Revolución” proviene del latín revolutio, que significa “revolvimiento” o “dar una vuelta” y la palabra “Juvenil” del latín iuvenīlis y significa "perteneciente o relativo a la juventud". Así, el subtítulo “Revolución Juvenil” alude a un “revolvimiento” que corresponde a la juventud. Pero ¿qué pertenece a la juventud? En el escrito de Garnica, a la juventud le es depositada la tradición y el conocimiento de las generaciones con más experiencia, en palabras de Garnica “si se cuenta con lo esperado se tiene una vida”. Más adelante propone que para modificar la propuesta de vida impuesta, termina siendo un reverendo desmadre poder tener voz, eso ha llevado a represiones, pero no solo físicas (sin minimizar su gravedad) también imaginarias o colectivas; así, en las manifestaciones, los jóvenes son etiquetados como “drogadictos” y “revoltosos”, como si eso le restara legitimidad a sus causas. A partir de aquí, al leer el subtítulo “Desconfía de los mayores de 30 años” surgen dos preguntas: ¿ser joven es ser revolucionario? y ¿ser joven es ser drogadicto? Lo revolucionario no es necesariamente propio de la juventud, pero la tendencia a cuestionar la normalidad puede ser mayor debido a la falta de experiencia y, en ocasiones, prejuicios ante la vida. No obstante, frente a quienes creen saberlo todo resulta difícil ser escuchado sin tener que alzar la voz. Por otro lado, las drogas han sido un tema que se adjudica a la juventud en tanto representa romper las normas; y si bien no todos quieren o necesitan de sustancias nocivas, las mismas que han permitido la creación de música y arte, tampoco sería una característica propia de la juventud, pero sí una opción rebelde para algunos valientes, pues su consumo es atravesar por prejuicios, discriminaciones, señalamientos, entre otras situaciones que apuntan a la incomodidad. Asimismo, Garnica, en este pasaje sociohistórico me hizo reflexionar el impacto que ha tenido la juventud de cada época en la implicación social actual. Existe el dicho popular: “Quien no conoce su historia está condenada a repetirla” debido a lo cual, en México ¿qué desconocemos los jóvenes y qué estamos repitiendo? Digo, no es en vano el dolor que se siente al escuchar Tlatelolco, Halconazo y Ayotzinapa; se repite constantemente una represión en un contexto académico para jóvenes ¿Por qué tanto miedo a que los jóvenes piensen? ¿Es preferible que los jóvenes mueran a que puedan crear? Garnica pregunta: “¿Se rebelaban contra el “sistema”, que no era otra cosa que el poder de los adultos?” y yo me cuestiono: ¿qué tan jodida puede estar la juventud de alguien para poder seguir siendo un dolor de huevos para los pares de otra época? Para lo anterior, en el subtítulo “La Guerra de Vietnam”, Garnica me hizo pensar que los jóvenes han sido el peón de muchos momentos sociales, principalmente las guerras, donde son ellos los que mueren mayormente. Esto me llevó a pensar que no es coincidencia que a quienes han estado levantando, reclutando y asesinando con mayor frecuencia en estados donde el crimen organizado tiene mayor presencia son a los jóvenes. Si las guerras históricas nos han dejado esta tendencia, hoy vivimos una guerra sin armas visibles. Pero entonces, si las guerras ya han dejado experiencia, cabe la posibilidad que las guerras pueden ser una tradición social por lo que ¿a los jóvenes nos toca independizarnos de las tradiciones? Garnica al hablar de las guerras, y cómo incluso algunas guerras son más sonadas por el impacto social que tienen los países me hace pensar en la responsabilidad que tiene la juventud respecto a la historia que se crea. Aun cuando negarse a ir a la guerra no va a terminar con los actos bélicos, no quiere decir que nuestros actos no aumenten o disminuyan en mayor o menor medida los acontecimientos. Rodrigo hace mención de la influencia de la tecnología en las guerras; donde trae a colación que el acto bélico de Vietnam fue televisado, lo cual es un acto semejante a lo que sucedió hace un año con el video de los jóvenes de “Lagos de Moreno”; está culero vivir en una sociedad donde han dejado de aparecer reels de perritos para presentar reels de amigos matándose entre ellos, lo cual termina siendo un mensaje de advertencia, entonces ¿cómo vamos a poder llegar a hacer abuelos si se tiene tatuado la posibilidad de ser asesinado por ser joven? Garnica menciona cómo se han hecho movilizaciones a distancias considerables entre naciones, donde la distancia no parece importar cuando de exigir paz se trata, no en vano en las calles de Puebla están presentes las protestas Pro-Palestina. No, no solo los jóvenes, los adultos, las niñas y niños de forma independiente pueden parar las guerras, pero tal vez en conjunto se pueda lograr. Tal vez si no dejamos de mencionar lo sucedido en “Lagos de Moreno”, esos jóvenes no solo queden en la fría muerte a manos de sus amigos, debido a la opresión de unos culeros. En ese sentido, Garnica nos presenta a David Miller, joven que se negó a ir a la guerra, pero no todos tienen la suerte de seguir ese ejemplo, pero tal vez a través del arte, de escritura, de la enunciación, podamos dar voz a quienes las guerras han callado, podamos renunciar a las guerras. En el subtítulo “El movimiento médico en México en 1964-1965” y “Movimientos estudiantiles en el mundo”, Garnica aborda la represión y la poca falta de independencia económica de los jóvenes, quienes resultan mano de obra barata y muchas veces carecen de acceso a la educación, lo cual restringe su capacidad de impactar en la sociedad fuera del poder de quienes ejercen control. Aunque algunas exigencias sociales se han atendido como pasó en el movimiento médico, casi nunca se les ha dado respuesta a esas demandas, o al menos una respuesta de calidad. No sé si es atrevido mencionarlo, pero leía en Garnica una inconformidad, enojo e indignidad respecto a estos apartados en particular, pues deja escrito “No se trata de un asunto de cifras, una sola víctima debería ser suficiente para acusar a un gobierno de genocida” lo que me hace pensar ¿Dónde quedó aquel gobierno paternalista que debería velar por los derechos de sus ciudadanos? No lo sé, y si alguien lo encuentra por favor díganle que México lo necesita. Y sí, hay jóvenes que no son revolucionarios y cumplen las tradiciones al pie de la letra, pero ¿dónde quedan los jóvenes que son lo contrario? Ah, es cierto, Garnica ya lo ha mencionado, en el silencio de la muerte. Durante el subtítulo, “Marcuse: El hombre unidimensional”, Rodrigo analiza cómo el consumo capitalista en el contexto de las protestas suele obstaculizar el cambio, dando pie a la represión. Una forma de protesta, según Garnica, sería encontrar un modo de resistencia que pueda consumirse para evitar ser reprimida. No obstante, plantea la posibilidad de cuestionar la vida respecto a la inversión de tiempo que puede representar el costo de un objeto. Asimismo, plantea que cuestionemos el costo en tiempo de los objetos que consumimos, y cita a González de Alba: “Habrá una manifestación de chavos que no saben qué es lo que se olvida porque ya lo olvidaron o nunca lo han sabido”. Esto me lleva a reflexionar: los jóvenes repetimos lo que los adultos han olvidado, una historia llena de masacres motivadas por el poder. Al mismo tiempo me hace recordar la canción “Pachuco”, específicamente cuando menciona: “Hey pa fuiste pachuco También te regañaban Hey pa bailabas mambo Tienes que recordarlo” ¿Acaso los adultos quienes ejercen la opresión de jóvenes fueron reprimidos? ¿Acaso han olvidado las ocasiones que esa represión fue la que terminó con sus amigos? El recorrido de Garnica da esperanza a un mundo dañado por generaciones, donde pone sobre la mesa que no por ser de la misma especie se va a responder de la misma manera; porque, así como hay jóvenes que aplauden la guerra, hay gente de más de 30 años que apoyan la rebeldía. Asimismo, plantea cómo la historia a nivel mundial se ha escrito según la popularidad del país que realiza una propuesta de vida social, por lo que me hace pensar si es que vivimos inmersos en sociedades pensantes o en sociedades normalizadas bajo un marco impuesto respecto a la popularidad del sometimiento. En ese sentido, resulta imposible cuestionar a toda una sociedad, Garnica hace la propuesta de cuestionar a la familia, lo cual me parece una forma espectacular de poder cuestionar un microsistema, y aun así existen imposibilidades de cuestionar algunas familias; porque somos hijos, mas no estamos esclavizados a la historia que nos imponen nuestros padres. Ya queda en cada uno de nosotros cuestionar, seguir, confrontar o mantener la tradición por opresión o decisión propia, la vida que nos ha propuesto la familia, la vida que no se nos ha permitido elegir. Porque en la familia hay cobros (unos más grandes que otros), hay demandas más exigentes en comparación a otras, pero también hay quienes no compran esas deudas, no acceden a esos deseos que demandan llevar una vida que más bien parece muerte. En el último subtítulo de este apartado, “Una pastilla milagrosa: haz el amor sin reproducción”, Rodrigo nos recuerda uno de varios beneficios de la época, la pastilla anticonceptiva. Esto representa independencia a disfrutar coger, pero también libera a varios hijos de nacer y evitar familias rotas con padres frustrados e hijos con un futuro preocupante. Nos recuerda que el coito fue visto históricamente como un medio de procreación, no de placer. Aunque en la actualidad se presume de una mente abierta, aún existen prejuicios y demandas de ver el coito con fines productivos y no como una opción de placer. En las propuestas de Garnica menciona “el orgasmo estaba lleno de pecado” a raíz de lo cual me hace pensar si la historia está llena de pecado. Y es que a partir del descubrimiento de la pastilla anticonceptiva se explotó una bomba, un descubrimiento que, como todos, no tuvo regreso. En el Colofón, Rodrigo realiza un último recorrido a los momentos bélicos que marcaron los jóvenes que se negaron a matar a sus pares; a no regalar su vida apostándole a ideales ajenos, y sin duda Garnica vuelve a evidenciar su molestia ante una historia llena de sangre, ideología, poder y rebeldía. Pero sin duda me hacía pensar en la juventud como esperanza de cambio, esperanza de revolución. No en vano los conciertos están llenos de jóvenes, conciertos donde se une la gente; las bandas musicales tienen una gran responsabilidad de influir en el pensamiento. Garnica nos recuerda a Avándaro, en palabras del autor: “La juventud mexicana se incorporaba al mundo”, pero ¿A cuál mundo? ¿Al de los pensantes o al de las ideologías populares? ¿Qué ha hecho la juventud mexicana por su país? ¿Qué he hecho yo ante lo que me indigna? En términos generales el libro de Rodrigo Garnica me hizo desear que ojalá nos regresen a las y los jóvenes asesinados que les robaron la esperanza de vivir más cosas. Ojalá que las y los jóvenes dejen de ver el suicidio como una manera de dar paz a su alma. Ojalá ya no haya guerras, pero lo que más deseo es que nunca nos falte una revolución sin balas, jóvenes en un concierto, jóvenes en un motel cogiendo, jóvenes leyendo, y no jóvenes muriendo por balas que ellos y ellas no pidieron. Garnica: muchas gracias por escribir, resistir y recordar a los jóvenes que, a su corta edad, dejaron de estar presentes.
Carolina Rojano.
El libro Revoluciones sin balas está a la venta en:
Casa Editorial Abismos : https://www.abismoseditorial.com/product-page/revoluciones-sin-balas